sábado, octubre 21, 2006

Libro de Manuel

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nadie dijo...

Para mi cortázar, fue rayuela y sus cuentos interminables, la adolescencia, los quince, los dieciseis, queriendo ser la maga, pensando en rocamadour como lo pensaba ella y en horacio como el hombre que besaríamos en el pont d´arts...toda esa magia imposible en medio de la dictadura y del horror que habitaba por acá. Entonces me emociona tanto verlo, oirlo, sentirlo y sentir a través de él, todo ese tiempo que fue alguna vez y pensar en que continuidad de los parques será siempre la imagen propia del que escribe y lee apasionadamente, aunque sea pobremente, en una página en el computador.
Ese tiempo en que nunca habríamos imaginado que pisaríamos una calle parisina, en el que queríamos que la vida fuera este enjambre de signos y fuera también más parecida a un cronopio.
El tiempo ese en que deambular por el centro significaba encontrar algunas cosas, como el jazz -que también le digo cortázar- que se asomaba obligado desde el incipiente festival de chileno norteamericano.
Cortázar es para mí como un pedazo del alma que quedó congelado en medio de esos días de miedo, esos días grises de tristeza impuesta, cuando la manera de avivarnos la risa estaba en aquellas cosas simples (que hasta el día de hoy ¿no?) y en la vista de verduzcos cronopios creciendo en número, llenando las calles, creciendo en vida, destronando famas y esperanzas.